lunes, 2 de noviembre de 2009

Beauty has a price?

En los últimos años, ha aparecido un nuevo fenómeno cuya difusión ha llegado a cubrir muchas partes del mundo: la búsqueda de la belleza. Años atrás, se pensaba que ésta, la belleza, era una propiedad, una cualidad que hacía a las cosas dignas de amarlas y les permitía deleitarnos espiritualmente. Sin embargo, con el pasar del tiempo y con la aparición de los medios de comunicación y la publicidad transmitida por ellos, la belleza ha pasado a ser una simple búsqueda del cuerpo perfecto, sin importar las consecuencias.

Para muchos, no es una novedad el hecho que los famosos comerciales de tiendas de ropa, y otros productos, que nos tratan de vender mil y un soluciones se han vuelto parte ineludible de nuestras vidas. Y es que, a menos que uno se encierre entre las cuatro paredes de su casa y se desconecte del mundo exterior, es imposible estar a salvo del bombardeo comercial al que estamos expuestos de forma diaria. Pero, ¿se queda ahí el tema? Pues no. Si bien se ofrecen innumerables soluciones a los problemas cotidianos, ¿No les parece extraño que antes de ver algún comercial sobre un producto nuevo, no habías pensado que te hacía falta? Que raro, apareció una nueva necesidad en nuestras vidas.

Ya entrando al tema principal, como se mencionó antes, la televisión, el cine y otros medios se han encargado de bombardear a la indefensa población con espejismos de belleza, imágenes del cómo deben el hombre y la mujer perfectos. Los nuevos cosméticos, las innumerables membresías nuevas a los gimnasios, los milagrosos cinturones “reducepancita”, son algunas de las soluciones vendidas a los incautos receptores de los estándares impuestos por los comerciales. Pero, hay veces que no basta con delinearse los ojos ni con utilizar milagrosas cremas. Es ahí donde entra la tan promocionada cirugía estética. Pómulos levantados, cejas altas, senos grandes y labios carnosos; músculos y caras perfectas: puro cuerpo, centímetros perfectos en el lugar exacto son ejemplos de lo que un bisturí ofrece a los consumidores.

En el caso de la mujer, hay una rubia, curvilínea y perfecta señorita que ha sido LA modelo por más de cuarenta años: la querida Barbie. Se estima que aquella “señorita”, si fuera real, sería bendecida con un 100-45-80 y un muy deseable trastorno psicológico y físico por su extrema delgadez. ¿No es afortunada?

Y es el turno de las amadas supermodelos. Según la novelista Lourdes Ventura, aquellas bellas mujeres parecen “muchachas desnutridas como recién salidas de un campo de concentración, chicas que dan la impresión de haber sido golpeadas violentamente, mujeres de cuerpos famélicos y ojos inmensos y asustados, adolescentes pálidas con aspecto de haber sido succionadas por un ejército de vampiros, zombies de ultratumba, modelos quietas y sin vida imitando a muñecas o maniquíes de cera…”. ¡Qué atractivas!

Y, finalmente, un hecho importante al que nos vemos expuestos cada día de nuestras vidas: el conflicto entre el/la modelo y el/la observador/a. ¿Quién no se ha sentido reducido/a, aunque sea en menos medida, al verse frente a los anuncios publicitarios de las conocidas tiendas de ropa? Aquella modelo curvilínea o aquel joven tonificado de ojos verdes aparecen por todos lados. Es por ello que, muchas veces, se llegan a extremos para conseguir la apariencia perfecta que no nos haga sentir menospreciados. La aspiración es la clave en esta publicidad, pues aquello inalcanzable es frecuentemente lo más deseado. Y así, las personas compran cada producto que se les presenta con el fin de parecerse a los modelos, aunque el deseo sea inconciente. ¡Cómo nos ven la cara!


UkeNoMore

http://ukenomore.blogspot.com/

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Resumen de una investigación universitaria sobre la tiranía de la belleza en la publicidad. Para leer el archivo completo, dale click aquí

 
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